jueves, 10 de febrero de 2022

Mitología Griega

Dionisio y los Piratas

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Dioniso o Baco, hijo de Zeus y Sémele, había sido criado por las Horas y las Ninfas lejos del Olimpo, morada de los dioses. Recibió enseñanza de las musas y, amante del vino y la alegría, se declaró protector de las vendimias.

Un día adoptó la apariencia de un muchacho y se puso a contemplar la belleza del mar en una playa desierta.

En aquel momento acertó a pasar por allí una nave de piratas. Éstos decidieron desembarcar para capturar al jovencito.
-Lo llevaremos a Chipre- dijo el capitán del barco-, y si pertenece a alguna familia rica, conseguiremos un buen rescate.

Dioniso no opuso resistencia. Más bien le agradó el comienzo de aquella aventura. Los marineros lo llevaron a bordo y lo ataron al palo mayor de la nave, con todo cuidado.

Grande fue la sorpresa de los piratas al ver que el prisionero no sólo no oponía resistencia, sino que sonreía continuamente. Pero el asombre de aquella gente llegó al colmo al comprobar que los nudos más retorcidos y apretados eran desatados por Dioniso con suma facilidad. Con ligeros movimientos de los músculos, el joven se liberó, rápidamente, de todas las ligaduras.

Un viejo marinero tomó la palabra y dijo:
- Amigos, no desafiemos a los dioses. Este jovencito no es un ser común como nosotros. Debe gozar seguramente de la protección de algún dios, y quizás sea él mismo un dios. Liberémoslo y honrémoslo como se merece.
Una carcajada general recibió el prudente consejo del viejo. El capitán, burlándose de su antiguo camarada de aventuras, respondió:
-Lo liberaremos, sí, pero después de recibir un buen rescate por él. ¿No has advertido, viejo tonto, que los nudos con que tú lo ataste se pueden desatar con un poco de habilidad?

Dioniso fue dejado en libertad a bordo, pero no se movió de junto al palo mayor en que se apoyaba. Le divertían las maniobras de los marineros y lo alegraban las canciones que éstos entonaban.

La nave se dirigía a velas desplegadas hacia la isla de Chipre. Al anochecer, los marineros se disponían a descansar, cuando vieron con asombro que del palo en que estaba apoyado el prisionero surgía un arroyuelo rojo que tenía un olorcillo encantador. Era vino. Y el asombro de los piratas subió de punto cuando vieron que los palos de la nave, y el cordamen se transformaban en troncos de vides y en retorcidos sarmientos.

El miedo del capitán ante tal prodigio se transformó en terror cuando vio que el indefenso joven se transformó en un soberbio león.
El espanto impulsó a los marineros hacia la popa del barco, y uno a uno fue arrojándose al mar.

Al tocar el agua, los piratas se transformaron en delfines, que escoltaron la nave.  Ésta seguía navegando gallardamente, pero el dios Dioniso, el dios alegre, conocido también con el nombre de Baco, había desaparecido. Había volado hacia el monte Olimpo, que es la augusta morada de los dioses.


Eco y Narciso


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Eco era una ninfa que habitaba en el bosque y a la que le gustaba cazar por lo cual, era una de las favoritas de la diosa Artemisa. Pero Eco tenía un defecto, siempre quería tener la última palabra.

Cierto día, la diosa Hera salió en busca de su marido Zeus, al cual le gustaba divertirse entre las ninfas. Cuando Hera llegó al bosque de las ninfas, Eco la entretuvo con su conversación mientras las ninfas huían del lugar.

Cuando Hera descubrió la trampa la condenó diciendo a perder el uso de le lengua y, al querer Eco tener siempre la última palabra, a responder con la última palabra que escuche. Jamás podrá volver a hablar en primer lugar.

Eco, con su maldición a cuestas se dedicó a la cacería recorriendo montes y bosques. Un día vio a un hermoso joven llamado Narciso y se enamoró perdidamente de él. Deseó fervientemente poder conversar con él, pero no podía a menos que él hablara. Entonces comenzó a perseguirlo esperando que Narciso le dijera algo en algún momento.

Narciso escuchó crujir una rama y preguntó si había alguien, Eco respondió con la última palabra de Narciso y él al no ver a nadie dijo: - Ven. Eco contestó lo mismo y como nadie se acercaba Narciso le dijo que no huyera de él y que se unieran. Eco loca de amor saltó a sus brazos repitiendo la última palabra de Narciso: - Unámonos. Él al verla dio un salto y la rechazó cruelmente. Eco sintió una gran vergüenza y llorando se recluyó en una cueva donde la tristeza la consumió dejando solo su voz.

Narciso rechazó a otras ninfas que se enamoraron de él al igual que Eco. Ellas reclamaban venganza y pidieron a la diosa Hera que él también sufriera el dolor de un amor no correspondido y la diosa respondió favorablemente a su súplica.

Escondida en el bosque, había una fuente de agua cristalina tan clara que parecía un espejo. Un día Narciso se acercó a beber y al ver su propia imagen reflejada pensó que era un espíritu del agua que habitaba en ese lugar. Quedó extasiado al ver ese rostro perfecto. Los hermosos cabellos ondulados, el azul profundo de sus ojos y se enamoró perdidamente de esa imagen.

Deseó alejarse, pero la atracción que ejercía sobre él era tan fuerte que no lograba separase, pero al mismo tiempo deseó besarlo y abrazarlo con todas sus fuerzas. Se había enamorado de sí mismo.

Desesperado, Narciso comenzó a hablarle: - ¿Por qué huyes de mí, hermoso espíritu de las aguas? Si sonrío, sonríes. Si estiro mis brazos hacia ti, tú también los estiras. No lo comprendo.

Todas las ninfas me aman, pero no quieres acercarte. - Mientras hablaba una lágrima cayó de sus ojos. La imagen reflejada se nubló y Narciso suplicó: -Te ruego que te quedes junto a mí. Ya que me resulta imposible tocarte, deja que te contemple.

Narciso continuó prendado de sí mismo. Ni comía, ni bebía por no apartarse de la imagen que lo enamoraba hasta que un día no pudo aguantar más y se acercó para besar aquél reflejo perfecto cayendo en la fuente. Narciso murió ahogado.

Las ninfas quisieron darle sepultura, pero no encontraron el cuerpo en ninguna parte. En su lugar apareció una flor hermosa de hojas blancas que para conservar su recuerdo lleva el nombre de Narciso.

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La Metamorfosis

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